domingo, 4 de julio de 2010

veía todo el decorado / spider

Esperé este día con tanta ilusión y ahora que al fin ha llegado, el sueño se ha tornado un trip de Robitussin.

El pasillo, como la proverbial pesadilla, es largo, sólo que este huele a rosas, de esas que te venden a precio de oro porque saben que te casas, y como se marchitan al día siguiente, pues hasta ridículo resulta el gasto. Hago una nota mental con encabezado de alarma: no debería pensar con tal cinismo el día de mi boda. Pero el caso es que cuando Raúl, que me espera unos metros más allá, pareciendo el ya tan cacareado príncipe, me sonríe, me cae un veinte del tamaño del mundo.

Esto es lo que quería, pero esto no es lo que quiero. Ahí está: quería el vestido, las flores, el novio, la envidia de las amigas, el vals y los platillos caros, pero no quiero lo que sigue. No quiero los domingos de hueva en la casa de los suegros. No quiero la panza inflada, el baby shower, la sucesión de fiestas infantiles, las horas esperando como tarada a que regrese él del trabajo, batallando con la casa llena de güercos. Quiero un shot de tequila. Quiero abrir un Chivas y ponerme hasta atrás. Quiero pintar aunque me muera de hambre. Quiero a Laurent aunque siempre parezca que nada más la mitad de él está conmigo.

Ahora se me quedan viendo raro. No saben de qué me río. Me río de ustedes, que tienen esto porque quieren, y ahí seguirán, ad secula seculorum. Volteo a donde están mis amigas, las miro, y me coloco de espaldas, y sin que nadie lo espere, les aviento el ramo. Que lo pesque la que más lo necesite. Yo me voy.

Me doy la vuelta y salgo corriendo para pescar un taxi. Laurent está de DJ. A ver como le cae que se le aparezca una novia para decirle que agarre su carcacha para pelarnos de aquí, como alma que lleva el diablo.