"No vas a ser nadie".
Ya, si seguía aguantando las ganas de gastarme el poco dinero que tenía en el alcohol y tabaco que todos los de mi edad tenían de sobra, y me pagaba la universidad, o si hubiera sacado buenas calificaciones y hubiera ganado una beca. Pero quería lo que querían todos: disfrutar la vida y correr tras mis sueños. Después de un semestre estudiando Ingeniería en Sistemas, comiendo mal y fotocopiando libros caros, lo dejé todo, y busqué trabajo. De periodista, de escritor, y después, de lo que fuera. Nadie me contrataba. Querían alguien que hubiera estudiado una carrera.
Delante de mí, la carretera vacía. A mis espaldas, el fuego. Irónicamente, el auto que conducían los que me asaltaron se volcó al chocar con mi motocicleta estacionada, y ellos perdieron mucho más que yo. Yo perdí todas mis posesiones terrenas, cargadas en la bolsa que llevaba. Ellos, según escuché, deben haber perdido varios miles de pesos, y algunas "grapas". Y la vida.
Seguí caminando por la orilla de la carretera, abatido, preguntándome a quién le había ido peor. No me quedaba nada.
Movido por cualquier instinto, alcé mis brazos, intentando llamar la atención, cuando divisé los faros de un vehículo acercarse hacia mí. Ya no me importaba quién podía ser: no tenía ya nada que pudieran quitarme. Nada qué ofrecer. Nada que perder.
El vidrio del Chevy '57 descendió y me así a él con mis últimas fuerzas. Un par de gruesos labios carnosos me sonrieron. Lo último que recordé antes de despertar bajo las luces del amanecer en el asiento del copiloto, fue el trago que le dí a la botella de agua, más fría que el viento de madrugada.
"Es más que una buena historia, Pedro," me dijo Sophie con su acento francés, horas más tarde, cuando llegamos a su departamento de estudiante de intercambio. "Y dejaste todo en México para venir a Londres. Y conseguiste un empleo. Me encanta México. Siempre quise tener algo con un Mexicano..."
La luna volvió a verme aquella noche, pero la rueda del azar había girado, no en mi contra, después de todo, sino a mi favor. Desperté desnudo en sus brazos, después de horas de hacer el amor con intensidad. Me hizo prometer que empezaría a escribir la historia de mi vida, ya que sus padres, ambos editores, se habían interesado en ella. Incluso me habían ofrecido un adelanto, con el que hubiera pagado la renta de un estudio, si lo hubiera necesitado. Pero no fue así: me quedé, no solamente esa noche, sino muchas más, junto a ella. Noche, nubes, luna, fuego, y Sophie. Trajeron a mí un nuevo comienzo. Y mientras los tuviera conmigo, no necesitaba nada más en el mundo.