jueves, 21 de enero de 2010

Llegaba Tarde... / Fafahrd

Leche y cereal, jugo. El vaso de siempre, el plato de siempre, la silla de siempre, el silencio de siempre en un día como cualquier otro.

Voló unos instantes, luego el horizonte se torció ante su inminente libertad.

Cubículo neutro, en una oficina aséptica. Papeles, pluma, impresora, computador, todo fabricado en serie, todo cuidado como recién salido de la fábrica. Ninguna foto personal, ningún juguete o calcomanía... el en medio, con el sentimiento de tener un número de fábrica en alguna parte de sí.

El gris de la cotidianeidad se borraba de su piel, de sus ropas de su mente.

Aroma de sudor invasivo, piropos susurrados a la chica que trata de escurrirse a un asiento. Mentadas y quejidos antes el frenón del microbusero. Miradas huidizas de cada pasajero, chistes y conversaciones, un niño narra lo que ve por la ventana como comentarista de fútbol. El hombre en serie, fastidiado e invisible espera su parada.

Cayó dejando un rastro de humo de tono verde desesperación detrás suyo, cual avión derribado.

El gris del concreto ahora circula por sus venas, como el camina por las calles como tantos otros. Se escucha un grito femenino que clama por ayuda, el cuadro no cambia, nadie se detiene, no levantan la mirada. Sigue la rampa del paso peatonal, al llegar arriba ve la estructura del techo, suelta la mochila y sigue subiendo.

Un instante de vida, tras una existencia de muerte. Mira tras el parabrisas que se avalanza hacia él, ella le ve a los ojos. Un momento antes de morir no miró su pasado, vió el amor frente a él... Llegaba tarde.

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