sábado, 17 de abril de 2010

Primer Acto/ Sabina

Primer Acto:
Una día invierno, en medio de soledades que se complementan, esos dos sujetos mientras veían una película se tocaban sexosamente sin querer. Transitaban con las miradas en el cuerpo del otro y pensaban en el buen sexo que ese podría proporcionarles. Se tocaron suevemente imaginando orgasmos plenos. Pero esto había sido más un pensamiento que un acto en sí, fue un pseudosexo virtual. Bendita imaginación

Segundo acto:
Una tarde ella estaba sentada en su casa peleando con la computadora, utilizaba una camiseta que le dejaba al descubierto los hombros y el cuello, él llego de visita y se acerco a saludarla. De nuevo la suavidad hacía aparición y el saludo se convirtió en una caricia y en un pretexto... ¿un masaje? ofreció él. Ella accedió con inocencia...
En el aire entre ellos se habían esparcido los polvos del deseo, de esos que aparecen cuando alguien te provoca tan sólo con su presencia.

Tercer acto
Una noche hubo una fiesta en casa de él, terminaron tarde. Ella ayudaba con la resaca de aquel recinto. Cuando casi se habían ido todos o los que estaban, estaban en calidad de bultos. Quedaron solos en medio de mucha gente. La tomo de la mano y le dijo - ¿ hoy si?- Antes le había propuesto pasar la noche juntos, acabar con esos polvos del deseo que se entretejian entre ellos y dejaban de ser polvos para volverse un coloide que se estiraba y aflojaba cada vez que se veían y que de vez en vez terminaba en un besuqueo que les dejaba el sabor del otro en la boca por varios días.
Fueron a su cuarto y terminaron lo que habían empezado aquel invierno... o eso es lo que pensaron, más bien comenzaron lo que habían estado esperando...

Cuarto acto
Las reuniones se habían ido haciendo comunes, lo que era un juego de adultos en busca de placer efímero se había ido complicando... a ella se le confundieron las neuronas unos días peor que otros...
El acabose fue una noche cualquiera ( pero ni tan cualquiera porque dejó huella y no terminó en el olvido) él llegó a casa de ella muerto de cansancio, había tenido mucho trabajo. Se acosto en la cama, se desvistieron y se pusieron a platicar. Él apagó el teléfono no necesitaban interrupciones.
La cama era pequeña. Para una sola persona era perfecta, pero ese par había adquirido el don de acurrucarse cual felinos y cabían perfectamente. Le contó lo que hizo en el día y se quejó de dolor de espalda.
Ella se calentó un poco las manos y estas se dedicaron a tratar de relajar aquellos músculos, a acariciar cada centímetro de piel, ella no dejaba de mirarlo; desnudo y tan plácido entre sus sabanas… se quedó dormido.
Ella se levantó y se puso el hermoso sweater color verde olivo que él había dejado sobre el piso. Cuando él abrió los ojos( quien sabe cuanto tiempo después) la encontró lejos de la cama.
Ella lo miraba desde la penumbra en el sillón marchito al fondo de la recamara.
Él hizo un gesto con la mano para que ella se acercara, ella lo miró por dos segundos, estaba absorta en lo que pensaba y dicendosé a si misma que no quería. Que estaba bien en el sillón... se había dado cuenta mientras él dormía que lo amaba con todo el corazón, que aquella noche había perdido la cordura que le quedaba, porque él sencillamente estaba disfrutando del instante y a ella le estaba constando cada suspiro, ya no podía respirar,se sentía desfallecer… pero no fue capaz de huir de su propia agonía y se acostó a su lado... tuvieron un sexo maravilloso. Desayunaron juntos.
Ella se tragó sus lágrimas esa noche... y la siguiente… y la siguiente.

Quinto Acto
Hoy justamente a unos años de ese evento ella recuerda esa silueta masculina, desnuda bajo la luz de la luna y a ella mirarlo desde la penumbra…
Una cosa no ha cambiado, ella aún lo mira desde la penumbra a sabiendas de que él no está, que no ha estado nunca y él disfruta de los instantes como lo ha hecho desde siempre.

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