Las gotas de lluvia caían sobre el paraguas negro de Rebeca emitiendo un leve sonido al impactarse y otro más al resbalar por la superficie y finalmente caer al suelo debajo de sus botas altas de tacón. A través de la fina lluvia, Abel tuvo oportunidad de mirarla con más detenimiento del que había podido dentro del bar de donde lo había sacado. El cabello rubio y ondulado le caía pesado a ambos lados del rostro hasta por lo menos media espalda y la tela tensada de su abrigo dejaba adivinar las curvas femeninas de su cuerpo. Su expresión continuaba imperturbable y apenas si parecía prestarle atención. Abel trataba de hacerle plática, de bromear, de sacarle una sonrisa y tal vez un beso. Puede que hasta algo más. Su plan no podía ser tan descabellado, a final de cuentas había sido ella la que había ido a buscarle. Tal vez todo ese cuento de que su auto estorbaba la salida de su cochera era mentira, tal vez sólo fuera un pretexto para llamar su atención.
-No tengo todo el tiempo.
Tal vez no.
Abel movió el auto. Rebeca se subió en el suyo y sin dar siquiera las gracias pasó frente a él y luego desapareció al doblar una esquina con rumbo a cualquier lugar. Abel buscó en vano un sitio donde estacionarse y abatido, tomó la ruta en dirección a casa, dejando una cuenta sin pagar en el bar. Tal vez encontrara a Rebeca en el camino a la espera de que un semáforo cambiara a verde y entonces Abel podría tener la certeza de que su encuentro con ella no había sido un pretexto, sino simplemente destino.
Agh!!!! Muy bueno el cuento, cruento el cuento, bueno el cuento
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