Siempre tuvo un gusto particular por las bestias. A los dos años se refería a los perros como "mamímeros" y a tomar una ducha como "lavarse el cuerpo humano". Cuando se le pierde la mirada, lo más probable es que esté recordando cómo se siente el viento en la cara cuando montas un caballo a pelo. Como Dios le dio a entender, se fue involucrando en ese mundo tan natural y al mismo tiempo tan ajeno de los cuadrúpedos. Si tratas de hacer conversación con ella, para sacarla del trance bastará con una sencilla frase. "¿Y cómo llamarás a tu caballo? ¿Coronel?". Con esa sonrisa que casi se pierde con la blancura de su piel, ella responderá: "Afirmativo, Coronel".
Para mi hermana Akemi.
No solo el hecho de saberse cerca de grandes mentes, si no tener la sensibilidad para reconocerlo y expresarlo, es afortunado.
ResponderEliminarQue bonita entrada :)
:D Me encantó el retrato! :P y sip, la veo clarita, jejejejejeje
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