Estábamos en una borrachera cuando conocí a Malik, un francés tan bonito que me hizo preguntar si no era yo medio lesbiana: ricitos rubios, ojos claros, nariz aguileña, pestañotas… ya saben, una niña sin tetas. Los ebrios del lugar eran en su mayoría eran latinos, por lo que la conversación sudaca / competitiva había alcanzado un punto álgido: colombianos y venezolanos estaban a punto de volverse a declarar la guerra por el control de la frontera.
Con el fin de no participar en divisiones políticas que atentaran contra los ideales de Bolívar y San Martín, busqué al güerito franchute. Comenzamos a platicar de temas internacionales de gran relevancia, como el impacto de la guerra franco-prusiana como disparador económico del sorgo alemán. Malik comenzó a hablar muy entusiasta, casi como un orador de las naciones unidas. En mi semiebriedad me di cuenta de su nulaebriedad. Le pregunté la causa de su abstinencia y mirándome directamente a los ojos me dijo: “Soy budista y no necesito el alcohol para divertirme”.
(tó-ma-la, pin-che bo-rra-cha)
Como sea, al budista no pareció importarle mi semiebriedad y continuamos platicando de el futuro de los bailes neohúngaros en tiempos del reggetón. Coqueteamos un rato más, intercambiamos teléfonos y todo lo que la ley exige para tener opción a sexo futuro.
No tardó muchos días en llamarme y salimos. Caminamos por el centro y casi al atardecer, nos fuimos a un parquezote, donde había un Jardín Zen. Cuando vi la blanca y fina arena, pensé que por más caliente que estuviera, el sexo ahí es altamente riesgoso. Sin embargo, estaba dispuesta a una manoseada tras los arbustitos.
Nos sentamos en unas piedras que magullaban con persistencia nuestras nalgas. Malik me dijo que me relajara y cerrara los ojos. Supuse que lo siguiente era un beso, pero el franchute me puso a meditar. Sacó una estampita de una señora budista que estaba haciendo cosas budistas y que, según él, emanaba gran cantidad de energía. Además me aventó un rollo enorme y soporífero de cómo meditando ha encontrado el mayor de los placeres. Placeres que ni el alcohol o el sexo dan.
Obviamente, volví a mi departamento con una sensación de haber sido estafada: en vez de sexo obtuve un intento de conversión. Por supuesto, no volví a salir con él. No le perdoné que me haya intentado alinear al budismo después de coquetearme tan abiertamente.
Desde entonces le huyo a los budistas y grafiteo los Jardines Zen.
Me dolió el estómago por tanto reír.
ResponderEliminar(^.^)
Jajajajajaja!!! Excelente texto, diablos, nos vas llevando del ala pa luego retorcerla :P
ResponderEliminarjajajajajjajaja
ResponderEliminarOoooooommmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm
Grado de veracidad del cuentito: 94.21%
ResponderEliminarSNIF.
Gracias y saludos!
Definitivamente tengo que seguirte mas, me encanta como escribes, lejos ha quedado la heri que conoci en el foro.
ResponderEliminarahora toda una escritora
Felicidades y por aqui nos vemos
Yvon
Voy a enviar el "link" de tu historia a algunos budistas que conozco...aunque no todos, uno que otro si son terrenales...quien quita y te contactan para re-convertirse ambos, en una mezcla "budistalcoholicachonda"
ResponderEliminarMe agrada tu manera de escribir y tu humor.
Hoy estoy sonriendo por ello. Gracias