viernes, 19 de marzo de 2010

Del Jardín Zen / Rox

Hace algunos años, cuando era más joven y menos sabia, vivía en Madrid. “La calor" -como dicen en aquellas latitudes- aún se negaba a mostrarse por completo, no así mi calentura. Habían pasado 4 meses desde mi cambio de continente y la misma cantidad tiempo sin que nadie me hiciera un "favorcito" (aunque fuera malo) y como que ya tenía cosquillas.

Estábamos en una borrachera cuando conocí a Malik, un francés tan bonito que me hizo preguntar si no era yo medio lesbiana: ricitos rubios, ojos claros, nariz aguileña, pestañotas… ya saben, una niña sin tetas. Los ebrios del lugar eran en su mayoría eran latinos, por lo que la conversación sudaca / competitiva había alcanzado un punto álgido: colombianos y venezolanos estaban a punto de volverse a declarar la guerra por el control de la frontera.

Con el fin de no participar en divisiones políticas que atentaran contra los ideales de Bolívar y San Martín, busqué al güerito franchute. Comenzamos a platicar de temas internacionales de gran relevancia, como el impacto de la guerra franco-prusiana como disparador económico del sorgo alemán. Malik comenzó a hablar muy entusiasta, casi como un orador de las naciones unidas. En mi semiebriedad me di cuenta de su nulaebriedad. Le pregunté la causa de su abstinencia y mirándome directamente a los ojos me dijo: “Soy budista y no necesito el alcohol para divertirme”.

(tó-ma-la, pin-che bo-rra-cha)

Como sea, al budista no pareció importarle mi semiebriedad y continuamos platicando de el futuro de los bailes neohúngaros en tiempos del reggetón. Coqueteamos un rato más, intercambiamos teléfonos y todo lo que la ley exige para tener opción a sexo futuro.

No tardó muchos días en llamarme y salimos. Caminamos por el centro y casi al atardecer, nos fuimos a un parquezote, donde había un Jardín Zen. Cuando vi la blanca y fina arena, pensé que por más caliente que estuviera, el sexo ahí es altamente riesgoso. Sin embargo, estaba dispuesta a una manoseada tras los arbustitos.

Nos sentamos en unas piedras que magullaban con persistencia nuestras nalgas. Malik me dijo que me relajara y cerrara los ojos. Supuse que lo siguiente era un beso, pero el franchute me puso a meditar. Sacó una estampita de una señora budista que estaba haciendo cosas budistas y que, según él, emanaba gran cantidad de energía. Además me aventó un rollo enorme y soporífero de cómo meditando ha encontrado el mayor de los placeres. Placeres que ni el alcohol o el sexo dan.

Obviamente, volví a mi departamento con una sensación de haber sido estafada: en vez de sexo obtuve un intento de conversión. Por supuesto, no volví a salir con él. No le perdoné que me haya intentado alinear al budismo después de coquetearme tan abiertamente.

Desde entonces le huyo a los budistas y grafiteo los Jardines Zen.

6 comentarios:

  1. Me dolió el estómago por tanto reír.

    (^.^)

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  2. Jajajajajaja!!! Excelente texto, diablos, nos vas llevando del ala pa luego retorcerla :P

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  3. jajajajajjajaja
    Ooooooommmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm

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  4. Grado de veracidad del cuentito: 94.21%
    SNIF.

    Gracias y saludos!

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  5. Definitivamente tengo que seguirte mas, me encanta como escribes, lejos ha quedado la heri que conoci en el foro.
    ahora toda una escritora
    Felicidades y por aqui nos vemos
    Yvon

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  6. Voy a enviar el "link" de tu historia a algunos budistas que conozco...aunque no todos, uno que otro si son terrenales...quien quita y te contactan para re-convertirse ambos, en una mezcla "budistalcoholicachonda"

    Me agrada tu manera de escribir y tu humor.
    Hoy estoy sonriendo por ello. Gracias

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