lunes, 29 de marzo de 2010

Destápalo / Rox

La luz que se colaba por las persianas de mi cuarto comenzó a taladrar mi cerebro. Cerré los ojos intentando apachurrar las pupilas y quedarme ciega, pero no tuve suerte. Cuando me levanté al baño, me di cuenta que aún estaba borracha ya que sentí al piso moverse y a mi estómago con ganas de vaciarse.

Esta va a ser una cruda de antología, pensé mientras orinaba. Pero fue hasta el momento en que busqué mis calzones en mis tobillos que me di cuenta que estaba encuerada. Me mojé el rostro y las ojeras artificiales del rímel negro sobre mis párpados y mejillas me mentaron la madre por no acordarme de nada de lo que había pasado anoche.

Supuse que era lo que seguía, pero tenía que juntar valor para mirarlo con mis propios ojos. Me amarré el pelo con una liga, respiré hondo y entré a la habitación. Un par de cervezas en el piso, condones utilizados y un bulto bajo las sábanas confirmaron mis sospechas.

Me maldije, maldije al alcohol y lo maldije a él, quien quiera que fuera. Era una inocente fiesta de cumpleaños, ¿Cómo terminé así? Y mis padres, ¿a qué hora se fueron?

DESTÁPALO me dijo mi cerebro. Comencé a recordar a los guapos de la fiesta. Ya tenía unos meses tras los huesos del amigo de mi primo, un fotógrafo que quería llevarme a la Sierra Gorda con la fantasía de ser su modelo natural.

DESTÁPALO me volví a ordenar. O tal vez era ese ñoño que se había invitado solo y que solía mandarme cadenas de amor por facebook. Ya eran muchos meses de negativas y el cabrón no cedía en sus ímpetus amorosos.

¡DESTÁPALO DE UNA PINCHE VEZ!

Obedecí recorriendo con cuidado la sábana desde los pies. Buena pierna, pensé al ver las pantorrillas; la cosa mejoró con las nalguitas que guardaban un coqueto lunar. La base de la espalda tenía la cantidad exacta de pelos, por lo que me comencé a tranquilizar. Ya pensaba en el mañanero cuando en el hombro descubrí un tatuaje demasiado conocido: unas rayas que yo había ayudado a diseñar.

Ahogué un grito, recogí mi ropa del piso y corrí por las escaleras hasta la cocina susurrándome nopuedeser, nopuedeser, nopuedeser, en un vano intento de deshacer lo que las evidencias indicaban que había hecho. Me vestí y me senté en el piso en posición fetal.

Cuando lo escuché bajando por las escaleras me incorporé a hacerme pendeja en el refrigerador.
–Hola prima, que pedota la de ayer, ¿no? – Me dijo mi primo con voz quebrada.
–Te pasaste de borracho, en serio… ¿te fijaste con quien amaneciste? – Le contesté sin voltear a verlo. No quería que mis culposos ojos me delataran.
–¡No mames! –Gritó –
–¡Si wey, con Verónica!, te pasaste, cabrón. Me dijo que no dijera nada y que tampoco le dijeras tú, que sólo quiere olvidarlo –y volteé para ver si me había creído.
–¡Nomames, nomames, nomames! –comenzó a maldecirse mientras se llevaba las manos a la cabeza –¿No le vayas a decir nada a mi vieja, eh?
–¿Cómo crees, güey? ¿Qué no soy tu prima consentida? –Le dije sonriendo y gozando mi enorme mentira.

En el acto se acercó, me abrazó muy fuerte y me dio un beso en la mejilla. Al tenerlo tan cerca, reconocí su olor y me estremecí.
–Bueno, a lo hecho pecho –dijo mientras me soltaba –Sólo espero que no haya desagradables consecuencias – y se alejó.
Yo también primo, yo también, susurré.

3 comentarios:

  1. Jajajajajajaja!!!! Muuuuy buenoooo, muy muy bueno. Ese estilo a medio camino entre lo anecdótico y literario lo trabajas excelente... No preguntaré que parte es anecdótica y cual no :P

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  2. no mames!
    que buen post (:
    me llegaste, jaja, senti los nervios de correr lejos para hacer como que no paso.

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