lunes, 8 de marzo de 2010

Veía todo el decorado / Ramita Diferente

Despertó y comenzó su lenta rutina. Golpeó un poco el viejo radio hasta que logró sintonizar la estación pueblerina.

-Buenos días, hoy festejamos a San Emeterio muchas felicidades para todos los que llevan este nombre, que la pasen muuuy bien, les dejamos las mañanitas…-

Reposó un poco sobre una vieja silla tejida de palma y ahí recordó que era su cumpleaños. Sacó la cuenta y supo que estaba festejando sus 86 primaveras; aunque cada vez le parecían más bien, inviernos.

Se levantó, tomó un bolillo un poco duro y caminó hacia la puerta. Acomodó su silla y comenzó el desayuno, entre el pasar de algunos carros por la polvorienta calle y algunos gritos de chiquillos que ya estaban planeando las primeras travesuras.

_¡Don Emeterio! _le dijo un simpático hombrecillo descalzo y chamagoso que imitaba el saludo que hacía su padre.

El Viejo, sin escuchar lo que decía, deseoso de compartir con alguien, respondió _hoy cumplo 86, ojalá llegues, porque no creas que cualquiera puede… _comenzó un largo relato, aunque el chamaquillo en cuanto saludó comenzó a alejarse sin prestarle atención.

En fin, siguió contemplando la misma calle, con el mismo polvo, como esperando revivir recuerdos.

Ya era medio día y recogió la silla para entrar a su casa y prepararse un taco, que sería su comida. En eso escuchó la misma vocecilla _¡Don Emeterio! le traje un regalo, mi mamá siempre me da regalos cuando es mi cumpleaños.

El viejo sorprendido giró con lentitud su cansado cuerpo y miró con asombro las manos extendidas del niño que le entregaba una pequeña cajita. La tomó y dijo _ ya, vete a tu casa que tu mamá te andará buscando.

No supo qué decir, no esperaba nada, hacia tanto tiempo que no necesitaba responder con cariño, que al parecer lo había olvidado.

Entró el viejo a su casa, dejó la silla y comenzó a observar la cajita, veía todo el decorado, era una lata vieja que el niño había pintado, decía con letras chuecas:  Alcancía “don emeterio” y adentro sonaba un solitario peso.

Se olvidó de su comida, se recostó en su catre y paso el resto de su cumpleaños, observando su regalo, un poco lo giraba y luego lo hacía sonar, después sólo se reía.

Así, se quedó dormido.

2 comentarios:

  1. Melancólico y bonito al mismo tiempo. Me recordó un poco a mi abuelo.

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  2. me quede con ese ruidito de la alcancía, aparentemente vacía :)

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